jueves, 25 de septiembre de 2014

Me detuve unos segundos antes de irme, y te miré, recuerdo que te miré mucho, quería que mi retina lograra retener tu perfección todo el tiempo que fuera posible, quería quedarme ahí viéndote, pero cerraste la puerta, y te perdí de vista.
Yo me quedé ahí, en tu vereda, pensándote.. Luego entendí que no ibas a querer verme después de haber peleado, entonces bajé la cabeza, y golpeando piedritas con mi zapato emprendí camino, no sé a donde, solo seguí el impulso de mis pies.

No pude aguantarme, no me resistí y me puse a pensar en vos, quería sacarme todo de la cabeza en ese momento, pero no pude, me puse a pensar en lo que hablamos, en esa pelea, siempre supiste que no me gusta estar así, comprendo mi frialdad ante ciertas cosas, sé que no lloro siempre, no es porque no quiera, es porque no me sale, no puedo hacerlo.. Me desgarró el alma ver que vos si lo hacías, vos si llorabas, lo hacías por esto que tenemos, por mí, me desgarró verte así.
Mientras caminaba, recordé de que manera me hablabas fuera de tu casa, recordé que estabas descalza, con tus dos manos trenzadas, llenas de tierra por estar hurgando los canteros del jardín, vestida con ropa de entrecasa, con aroma a fresias, me decías en todo momento que me amabas, le dabas énfasis a cada palabra, las hacías resonar, las hacías parecer agresivas, se que lo hacías así porque querías que entre en mi cabeza, que no me olvide de lo que me decías.
Yo, mientras te miraba, contuve mil abrazos, mil besos, me contuve a mí, contuve mis impulsos de caballo salvaje, y te escuché, te escuché pacientemente, busqué en tus ojos ese amor del que tanto me hablabas y te escuché.

Cuando terminaste de hablarme, te miré las manitos, y las tomé sobre las mías, estaban transpiradas, pero no las retuve conmigo mucho tiempo, porque te apartaste de mí.
Me pediste que me vaya.
Me dijiste que querías estar sola, y te pusiste bajo el marco de la puerta, como echándome. Yo solo que atine a decirte fue: -Quedate conmigo, necesito que me escuches a mi-, fue lo que me salió, hice un paso y te tomé la mano, seguido de eso me dijiste: -Quiero estar sola- y me la arrebataste nuevamente.

No entiendo porqué me fui, no comprendo como caminé tanto, ¿en que momento ocurrió?, frené, yo no quería irme, ¿por qué me fui?, de pronto me detuve y miré hacia arriba, había una nube un poco gris sobre mi, pensé que sería algo así como la soledad, luego baje mi mentón y vi pétalos secos en el suelo, me pareció raro porque estábamos en primavera, a fines de septiembre, todas las flores a esta altura siempre florecen.
Decidí seguirlos con la mirada, había muchos tirados, y vi a unos pasos había una florería, eso explicaba el porqué de los pétalos. La florería estaba vacía,vacía de gente, pero llena de vida.
Entré, saludé y busqué un ramo que grite tu nombre, que despida tu aroma, no fue difícil, fueron dos minutos de búsqueda, logré encontrar en un rincón un ramo pequeño de fresias, fresias frescas y vivas, con ganas de unir a dos personas separadas por una grieta.
Fui al mostrador, y mientras hablaba con la duela creo que era, pagué el ramo con un billete de diez todo doblado y un par de monedas.
Saludé y me fui corriendo de ahí, envolví las flores entre mis brazos y corrí, corrí como nunca, corrí como si nos volviéramos a reencontrar después de años, corrí como para abrazar a ese mejor amigo de la infancia, corrí como una pantera, y de inmediato estaba ahí, en tu puerta.

Miré mi ropa y me acomodé, aplaste un poco las arrugas de mi remera, y miré tu puerta, mi panza gruñía de nervios, de pronto me sentí un niño aguardando a la salida del jardín para ver a sus padres y correr a darles un abrazo.
No quise pensar mucho, de hecho, solo me salió caminar.
Caminé hacia su puerta, mirando para abajo, limpiándome la transpiración de las manos y cuando estuve ahí, a diez centímetros, escondí el ramo detrás de mi, y golpeé.. No se escuchaba nada, cada segundo me impacientaba más que el anterior, hasta que abriste, y mi cuerpo se congeló. Fui un roble por un momento, hasta que hiciste un paso, y quedaste frente a mí, y ya no pude contener mis ganas de besarte, y con esas ganas se desencadenaron más, como las ganas de abrazarte, de mimarte.. En ese momento todas las ganas de todo, vinieron a mí.
No pude contenerme más, y te besé, te besé como nunca antes, te besé como en una despedida, como en un reencuentro.. Te besé. Hicimos el amor en un beso.
Por dos segundos te solté, apoyé mi frente contra la tuya, y cerré los ojos.
Luego te miré, saqué las flores que había escondido en mi espalda, y te pedí perdón. Perdón por absolutamente todo.. Te pedí perdón por mi frialdad, por irme y no insistir, no sabía muy bien que decirte, solo me salió eso, pedirte perdón por todo.
Secaste tus lagrimas y me miraste, me miraste muy fijamente, me sonreíste, volviste a abrazarme, y con vos temblorosa me dijiste: -No te vayas, no vuelvas a irte nunca más-.
Con los ojos brillosos como un cristal, te abracé fuerte, contra mi pecho.. Sentí tus latidos, sentí tu llanto, sentí como sellábamos esa grieta.Y eso fue suficiente para no volver a soltarte.

El amor es sano cuando las personas no se agrietan y sufren por él.

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