jueves, 25 de septiembre de 2014

Solíamos acostarnos en el pasto la mayoría de las tardes, debatíamos sob tardes, debatpasto la mayorre las formas de las nubes, sobre su color, sobre las copas de los árboles y sobre todo lo que viéramos de paso por ese pedacito de cielo que nos pertenecía.
Siempre se sentaba de la nada, y rascaba sus brazos, decía que los bichitos colorados la picaban, eso me causaba gracia.
Pasaba más tiempo mirándola del que recuerdo.
Sus ojos color café, brillosos, curiosos, de perfecta redondez y sus pestañas bien largas, eran de admirar.
Su pelo castaño, largo y con ondas, suave como las mismas nubes que mirábamos, era algo increíble.
Su sonrisa, esa sonrisa perfecta y bien marcada, le daba brillo al sol y a todo el cielo, a la luna, a las estrellas, y a mí, que cuando te veía sonreír, rogaba que seas mía.
Tus manos dibujaban formas, vagas y desprolijas en el cielo.
Hacías formas en mi cara, tus dedos recorrían desde mi cuello, hasta mi frente, y cuando llegaba a mis labios sonreía, y me decía que me quede quieta, disfrutaba de verme sufrir con las cosquillas.
Cuando se iba, y se despedía de mí, mi mundo ya dejaba de ser un mundo, para ser solo una nebulosa, una estrella sin brillo, sentía como me apagaba por dentro, me hacía sentir viva durante todo el día, pero llegaba la noche, y quedarme sola no era grato, la extrañaba mucho, tenía la necesidad de apretarla entre mis brazos para dormir, de sentir el aroma de su pelo mezclándose con el aroma del ambiente de mi cuarto, de fundirme en su cuerpo, entre su piel y las sábanas. Tenía necesidad de ella. Ella era mi necesidad.
A la noche, lo más difícil era poder dormir, así que trataba de ocupar mi tiempo en muchas cosas para no recordarla demasiado y volverla a extrañar. Intentaba todo, tocar la guitarra, escribir, cantar, pero sin darme cuenta, todo era para ella, mis composiciones, mis palabras, mis canciones. Todo se volvía inútil en algún punto.
Mis noches terminaban en un sillón de terciopelo azul.
Y mis días empezaban con sus golpes en mi puerta.
De día era feliz, pero de noche, sufría su ausencia. 

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